Ing. Hidráulico - Máster y Doctor en Ingeniería

Universidad: El desafío del presente y del futuro

Desde la última década del siglo pasado, en las postrimerías del segundo milenio, el mundo, globalización mediante, comenzó a mostrarse menos estable, menos rígido y menos previsible de lo que nos tenía acostumbrados. En ese contexto, el futuro no puede ser visto hoy como una mera prolongación temporal de situaciones coyunturales de la actualidad. Por ello, es común, además de correcto, calificar el mundo actual como complejo.

La palabra complejidad proviene del vocablo latín "complectere", cuya raíz "plectere" significa entrelazar. Por lo tanto, el reduccionismo, esa forma de abordaje tan exitosa en la ciencia del pasado, según la cual se encaraba la resolución de un problema diseccionándolo en sus partes más simples, no sería adecuado en el mundo presente.

Los sistemas complejos presentan algunas características comunes: organización en red; alto grado de resiliencia; retroalimentación; capacidad de adaptación; no linealidad (o sea, desproporcionalidad entre causas y efectos); aparición de patrones (presencia de coincidencias inesperadas, u orden en el desorden).

En este complejo mundo actual, el todo es más que la suma de las partes, porque los factores que lo modelan están muy entrelazados, lo que requiere que sea mirado y analizado en forma sistémica, porque, sin dudas, es un sistema complejo. Es el mundo VICA: volátil, incierto, complejo y ambiguo (o VUCA, en inglés).

El desafío del futuro

Según el documento "El futuro del empleo", dos tercios de los niños que en la actualidad están cursando la escuela primaria, trabajarán en empleos que hoy son desconocidos… De hecho, año tras año, los distintos informes dan cuenta que los empleos mejor remunerados de ese año no existían tan sólo media década atrás.

Un especialista en estas cuestiones planteó como recomendación que hay que dejar de pensar que las carreras (universitarias) son para un trabajo. O sea, postula que en la universidad hay que dejar de planificar en base a incumbencias, porque ellas, en breve, serán obsoletas; es necesario que la organización de esas carreras se oriente a la cuestión de competencias, generando conocimientos, con capacidad de apertura, de análisis y de adaptación a los cambios.

En la actualidad, las empresas más innovadoras y creativas valoran mucho –y cada vez más– el conjunto de competencias denominado STEM, sigla en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática. Esas empresas, que en las postrimerías del siglo 20 eran formadoras de talentos, tomando a su cargo el completamiento de la formación de sus profesionales, actualmente, como no está claro hacia dónde evolucionará el mundo, se esfuerzan por captar profesionales con las competencias mencionadas.

Está bastante claro: lo que hagamos hoy afectará significativamente el mañana, a veces de manera obvia, otras veces de forma inesperada. En el presente está el germen del futuro.

Según el pensador Paul Saffo, del Institute for the Future, hay que prestar atención al amplio rango de posibilidades que se abren en cada "presente" y no apenas a un conjunto ilusorio de certezas sobre el aquí y ahora. Nos propone mapear las incertidumbres, pues la incertidumbre es siempre una oportunidad.

Sin embargo, todos estos cambios vertiginosos nos plantean el desafío de estar atentos a las nuevas y diferentes formas de desigualdad y de exclusión, que son muchas y se multiplicarán con los avances tecnológicos. Desde la perspectiva de la Universidad, no estar atentos a ello podría llevarnos a la fragmentación de la enseñanza y, por consecuencia, del saber.

El ingeniero e inventor Ray Kurzweil advierte que estamos transitando un cambio de época, caracterizado por el fin de todo tal como lo conocemos; el principio de algo nuevo, tremendamente transdisciplinario, donde, por ejemplo, veremos fusionarse la biología con los avances de esa trilogía revolucionaria, constituida por la genética, la nanotecnología y la robótica.

Tantos cambios generarán gran inquietud en los que se sienten cómodos viviendo un interminable "ahora". Por ello, como buscando conjugar el amor y el espanto, será necesario encontrar formas de amenizar las consecuencias de tener que superar la barrera de ese futuro aparente, que desde una perspectiva global ya es parte del presente.

El desafío para la Universidad

En ese contexto complejo y cambiante, ¿cuál debería ser el rol de las universidades, sobre todo en lo referido a la preparación profesional? Es, sin dudas, una pregunta compleja, que requiere ser abordada como lo que es. En principio, la Universidad debería estar dispuesta a cuestionar la fragmentación de la enseñanza mencionada anteriormente.

La Universidad debe comenzar a jugar fuertemente su rol de palanca y motor social. Debe instalarse como faro del porvenir, usina del futuro, cantera de la vocación por pensar diferente. La Universidad debe comprometerse a ser el semillero de los líderes del mañana.

Donde muchos ven crisis, nuestros graduados universitarios deben ser capaces de ver oportunidades y actuar con competencia. Y si son capaces de preguntar "¿por qué?" la suficiente cantidad de veces, podrán llegar a la raíz de esa crisis aparente y de cualquier problema. La realidad actual requiere pensadores "integrativos", creativos y audaces (aunque no temerarios), que se involucren con entusiasmo en la complejidad, que sin dudas irá creciendo.

Para desarrollar los nuevos modelos creativos que requiere el futuro, que por cierto ya comenzó, será necesario adicionar la lógica de "lo que podría ser" a los recursos convencionales de la lógica de "lo que debe ser" y de “lo que es operativo”. Será imprescindible pensar nuevos modelos causales y, al mismo tiempo, estar preparados para afrontar los eventos casuales.

Una vez equipados con esas competencias, los pensadores "integrativos" deberán comenzar a adquirir su bagaje de experiencia, para construir "algo más", a lo que podríamos denominar "maestría". Esa maestría debería estar basada en la originalidad, pues la maestría sin originalidad no pasa de ser simple memorización, sin olvidar que la originalidad sin maestría es superficial, hasta insustancial, cuando no simple esnobismo.

Desde hace bastante tiempo atrás, la sociedad discute de tanto en tanto la necesidad de cambios en el sistema educativo. Se habla de reformar, reparar, reencauzar un sistema que hoy ha demostrado no estar a tono con la realidad, tampoco con las circunstancias de nuestros jóvenes y del mundo que nos rodea. Se habla de una suerte de evolución cuando, tal vez, deberíamos comenzar a pensar en una verdadera revolución en educación.

Para que la Universidad cumpla con su rol de "faro del futuro", los que estamos vinculados a ella debemos despertar la creatividad de nuestros alumnos, alimentar su espíritu, haciendo que se entusiasmen por aprender y pongan pasión en ello. Debemos estar dispuestos a adaptar nuestros esquemas de enseñanza a las circunstancias de los jóvenes de hoy, pues ellos serán los protagonistas y los líderes del mañana.

La innovación en la industria es cuestión de "vida o muerte", pero, ¿estamos fomentando la creatividad y la innovación en el ámbito de la Universidad? Innovar implica cambios como, por ejemplo, desaprender algunas cosas que damos por ciertas y por buenas, inclusive en forma dogmática. Algunas veces y en algunos aspectos, será necesario desencantarnos con nosotros mismos, es decir, desafiar lo que podríamos llamar la "tiranía del sentido común".

Sin otra certeza que la del punto de partida, hay que encarar ese fascinante viaje al futuro, incierto pero imaginable y soñable ¡Vale la pena aceptar el desafío!

Sinceramente, así lo creo.

Dr. Ing. Jorge V. Pilar
Profesor de la Fac. de Ingeniería - UNNE



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